Aunque vulgarmente ignorado, se encuentra en Carabanchel, concretamente en la confluencia de las calle La Oca y Laguna un monumento exclusivo en el mundo.

La gente pasa a su lado sin percatarse de su singularidad. La mayoría de los vecinos, acostumbrados a su presencia no advertirían cualquier cambio que se produjese en él.

Pero, es muy especial. El único monumento al espermatozoide que ha construido el hombre.

Sí, al humilde espermatozoide, ese que surge tumultuosamente en busca de su óvulo predestinado para proseguir el devenir humano. Claro, que como ya indicó el genial Perich –un auténtico genio y no esos tarados a los que se les adjudica ese adjetivo– sería mejor que en vez de salir varios millones apretujándose y empujándose, mejor lo harían saliendo de uno en uno y sin apresuramiento.

El monumento, levantado durante la época que mangoneaba en la Villa el conocido bandolero sevillano José María “El Manzanillo”, reconoce la importancia vital de esta minúscula célula en el devenir de la raza humana.

Porque, nos preguntamos ¿qué sería del hombre sin los humildes espermatozoides? Nada, no existiría. Y a pesar de ello se les ignora, se les aparta, se les abandona.

Es por ello, que este monumento que les hace justicia, debería estar en los trayectos turísticos de la Villa, mostrado como La Cibeles ─que no es más que una estúpida diosa frigia─ el Museo del Prado y la calle de Alcalá.

Sería un acto reparador que esperamos que algún día se consiga y así el espermatozoide brille en todo su esplendor.