Llegué a casa contento. Había llegado a un acuerdo muy ventajoso para la empresa con un potente distribuidor . Suponía un viaje a Ciudad Bolívar, unas negociaciones delicadas y lo más importante, un ascenso para mí.

Mi porvenir se abría esplendoroso. Ya no era el carajito de mierda. Era don Luis Sánchez Almendralejo, futuro jefe del sector Oriental de la empresa.

Me dí una rápida ducha y me preparé un trago. Tumbado en la terraza, me quedé un poco absorto. El brazo izquierdo me empezó a picar. De un manotazo apagué el picor. Luego seguí entusiasmado con mis dulces ensoñaciones.

Me sigue picando. Rasco con furia, pero no se calma el picor.

Contemplo asombrado que a lo largo del brazo empieza a surgir sangre. Intento restañarla con un pañuelo. Imposible. El surco crece más y más.

Se abre una pequeña herida. En su fondo un brillo.

La herida engrandece.

El brillo es ya del tamaño de una metra y sigue creciendo.

El calor se intensifica.

La canica crece.

La canica brilla.

Su luz ciega.

Se hace más y más grande.

Ya no es una bola.

Antes de desaparecer, comprendo. Estoy ante el nacimiento de una estrella.

Sé que se ha extendido,

Sé que ya ocupa el lugar de nuestro antiguo sol.

Sé que de nuestro sistema no quedan mas que restos.

Sé que ahora existe otro sistema.

Sé que existen otros planetas.

Sé que existen otras vidas.

Yo sólo soy un átomo perdido en la inmensidad de ese sistema

Pero sé que te sigo amando Linn.