El Manzano

Da gusto que te despierte la luz del sol. Te levantas optimista. Sobre todo si al levantarte te asomas al ventanal y tienes aquí delante el mar sobre el que está amaneciendo. Me contemplo embutida en mi nuevo pijama café con leche, resulta elegante, y decido empezar la jornada.

Fue una suerte encontrar esta casa que tan bien se acomoda a mis deseos. Un poco aislada, no demasiado, dos plantas, la superior con el gran dormitorio y su espléndida visión del mar. La orientación es perfecta. Parece que el anterior propietario que también fue su constructor se adelantó a mis deseos. Guardo hermosos recuerdos del hogar de mi infancia. Era una casa parecida a esta, y yo he procurado acomodarla a mis recuerdos.

Mis amistades me advierten con buena intención indudable, de la soledad en que me refugio. No es bueno, dicen. Debería vivir inmersa en la sociedad, salir, relacionarme. No parecen comprender que yo me siento bien. Un matrimonio roto ya no es una tragedia. Ocurre todos los días y les cuento que al llegar a determinada edad, que él se encandile con una jovencita y la quiera cambiar por la mujer que se esta ajando en casa resulta incluso natural. Comprendo que el matrimonio no es para toda la vida como se decía antes. Eso era en los tiempos en que la gente moría antes de los cuarentas, ¿pero ahora?, no, sólo aquellos que no se pueden casar por sus leyes mantienen esa necedad.

Parece que va ha llover. El otoño es precioso. Si al final llueve y hace algo de fresco soy capaz de encender la chimenea. También la he hecho construir yo. De niña me fascinaba contemplar el fuego, me sentaba enfrente y mi madre me tenía que apartar para que no me quemase. Estoy deseando estrenarla. Eso es lo que no saben mis amistades, me he construido un refugio con los mejores recuerdos de mi vida. Teníamos también un hermoso jardín, orgullo de mamá. En este hay pocas plantas, tendré que esperar unos meses para poder empezar a sembrar y traer todo lo que deseo. Flores, muchas flores. Mientras llega ese momento he comprado unos libros de jardinería con los que pienso empaparme este invierno.

En la parte trasera había unos arbolitos, frutales la mayoría, un par de ciruelos, un granado y otros ornamentales. Inmediatamente hice traer un manzano. Era indispensable. En casa teníamos un manzano precioso. Daba unas manzanas raquíticas, insípidas y agrias, pero a mí me parecían sabrosísimas y mamá tenía que tener cuidado para que no me empachase. Un manzano resulta necesario, como aquel de mi infancia, bajo el que mamá y yo enterramos a papá cuando ella lo mató.